Llamados a ser sacrificados en nombre de la humanidad, perdimos el derecho a ser considerados personas, que como números, pasaron a formar parte de un porcentaje que debía de ser resuelto.
Despejar la incógnita requería de la muerte de un sin fin de personas, que morirían en guerras y padeciendo terribles enfermedades, grandes epidemias.
Las personas terminamos siendo números cuando fácilmente pueden envenenarnos con la comida y decir que fue una rara enfermedad, o algo incurable.
La súper población es lo que tiene, hace que las personas que dirigen la economía global, que dirige a los países y controla a sus ciudadanos respectivos, porque hace que seamos menos que prescindibles, insignificantes. En su arrogancia los que sobran son los números, no su inhumanidad.
Crean enfermedades, ofrecen vacunas placebo y caras, a sus ahora cobayas numeradas deshumanizadas. Como veneno nos sienta la comida, que nos enferma mientras nos desnutre y nunca alimenta.
Generación de aburguesados esqueléticos, que dan más valor a una figura deformada por su insinuación enfermiza, que al valor que tiene vivir la vida sin sus complejos y traumas que terminan siendo degeneraciones.
Y sin compasión hicieron leyes que perjudicaron a números, tan contentos estaban mientras a su alrededor todo moría. Piensan que les librará de la muerte creerse dioses.
Divinidades venidas a menos, intentando ocultar su tremenda monstruosidad detrás de una cínica fachada humana, hueca y sin rastro de empatía.
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