Ilusión tras shock

En un jardín maravilloso que vivía en armonía destacaba sobre todo lo demás la complicidad que cada elemento tenía con el resto. Nada podía sobrevivir sin lo otro, todo era siempre necesario en todo momento.



Tal maravilla tenía un riesgo, una vez al año cada uno podía hacer lo que quería, pero no haciendo lo que uno debía moría, con su muerte arrastraba a todos los demás, así que todos morían, por eso nadie dejaba de hacer lo que debía.

El hábitat hacía lo que hacía porque así vivía, todo era vida, todo conjunción, siempre había equilibrio, incluso renunciaron al día especial, que terminaba siendo siempre como un día más.

Nadie recordaba cómo habían llegado allí, ni quiénes habían sido su familia, nadie recordaba el por qué hacían lo que hacían, parecía que solamente pudieran hacer aquello mecánicamente.

Un día todo se paró, el jardín maravilloso que vivía en armonía no se conocía, intentaron hablar, pero nadie hablaba, intentaron reír, pero nadie sonreía, intentaron comunicarse pero cada uno hacía lo que siempre hacía así que nadie más que uno mismo a penas entendía lo que decía.

El frío hizo que todos se apretaran y en una especie de capullo que formaron,  que terminó siendo algo nuevo de aquello olvidado que rápidamente, como maravilla en armonía de aquél maravilloso jardín en movimiento se puso.

Todos de nuevo hicieron mecánicamente aquello que hacían porque así vivían.