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martes, 29 de enero de 2013

A tientas entre barrancos

Decididamente cuando las personas vivimos esperando que alguien nos libere, más nos vale esperar sentados.

Contaban los brujos en mi poblado que si querías saber la respuesta a un mal general, sólo debías de comprobar la cadena.
Querían decir que cada cosa tenía su responsabilidad, sus personas responsables y la responsabilidad de todos de hacer que se cumplieran dichas responsabilidades.



Los puestos de mayor responsabilidad eran sin duda ocupados por personas que darían hasta su propia vida, por el bien general o individual, terrible contradicción para nuestros tiempos.

Sin duda en los poblados, decían los brujos, se había aprendido a comprender que la vida de uno era tan importante como la vida de todos, porque en muchos casos dependía del conocimiento de una sola persona el aprendizaje, bienestar o seguridad, de todos.

Relatan los brujos que así fueron creados los reyes, que eran aquellos que luchaban primero, morían primero o eran los primeros en dejar de beber agua o comer, para que cualquiera en su reino lo hiciera.

Los tiempos cambiaron, los llamados humanos también y con su cambio lo cambiaron todo menos a los brujos, que eran aquellos que seguían diciendo que nuestras irrealidades nos perderían.

Y perdidos entre la economía y los beneficios los seres dejaron de sentir, considerados objetos inertes e insustanciales deberían de recuperar aquello que hace tanto tiempo perdieron, pero dicen los brujos, que nos perdimos de nuevo.

Y perdidos seguimos sin saber que quien no controla sus leyes es controlado injustamente por ellas, perdimos el sentido de ayuda o socorro, no fuera a ser que lo necesitáramos nosotros, o algo nos pasara, al igual que perdimos el sentido de dar, sin esperar recibir o después, pedir.

Dejamos que unas cuantas personas dominen la vida de todos, esperando humanidad de aquellos que olvidaron que hace mucho tiempo, también fueron humanos.

No se debe esperar algo de alguien que nunca te dará susurran los brujos, no se debe esperar humanidad de quien no la tiene, dicen, pero lo que nunca se debería hacer, es poner la vida de uno o la de los más queridos en manos de alguien que considere aquellas personas como objetos, pues como objetos serán tratados.




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